La enfermedad ya fue reportada en niños y niñas de 20 países. El detalle de la situación mundial, la estrategia del Gobierno nacional y la recomendación de los especialistas.
Desde comienzos de abril, la OMS ya notificó, al menos, 228 casos de hepatitis aguda infantil distribuidos en 20 países. Argentina no es la excepción: el jueves pasado, el Ministerio de Salud comunicó ocho cuadros sospechosos que se encuentran en estudio y sin conexión entre sí. Lo que por el momento descoloca a la comunidad científica y médica es que no se ha recopilado la evidencia suficiente como para revelar el origen de la enfermedad y así calibrar mejor el diagnóstico y el tratamiento de los pequeños. Cuando la situación empeora, incluso en pacientes sin ninguna patología previa, están los que requieren trasplante de hígado.
“La hepatitis es una inflamación del hígado que puede tener un montón de causas, ya sean virales, tóxicas o autoinmunes. Todos los años tenemos casos de chicos que hacen fase aguda; lo que sucede ahora es que comenzaron a vigilar más de cerca”, expresa Analía Rearte, directora Nacional de Epidemiología e Información Estratégica del Ministerio de Salud. Y continúa: “Son muy poquititos casos, no podemos decir que tenemos un brote de nada. Hay que ser cautos: los niños no se morirán de manera masiva de esta enfermedad”.
En consonancia con ello, desde la cartera sanitaria informaron que corresponde a una “situación habitual”, comparable con lo que suele reportarse todos los años en niños, niñas y adolescentes que presentan cuadros similares. “Es importante advertir que no se trata de un brote infeccioso. Es un problema de salud que hay que considerar con mucha seriedad, pero mucho menor a los que suelen caracterizar a una población mucho más amplia”, destaca Víctor Romanowski, investigador del Conicet en el Instituto de Biotecnología y Biología Molecular.
El primer caso había sido reportado el miércoles: un niño de ocho años que en Rosario presentó una sintomatología compatible y que, por su diagnóstico, fue derivado a un centro de mayor complejidad. En las últimas horas, se anunció que requeriría un trasplante de hígado con urgencia y fue inscripto en la lista del Incucai porque su estado era delicado.
Lo que no se sabe
Al momento, en parte de los casos, fue identificado un adenovirus (“F41”) similar a los que pueden producir cuadros respiratorios y gastrointestinales leves; y llevó a pensar que esta coincidencia tuviera algo que ver con el origen de la enfermedad. Sin embargo, aún falta recopilar la evidencia científica suficiente porque, según los especialistas, los adenovirus no suelen generar hepatitis. “Hay muchos virus que afectan al hígado, pero el adenovirus no porque es respiratorio. Aún con muchas formas de hepatitis no se puede establecer un diagnóstico preciso, probablemente, porque el mundo no halló las tecnologías para hacerlo. Para descartar todas las posibilidades que hay, los estudios que se realizan toman tiempo”, admite Rearte. Al respecto, Romanowski apunta: “No hay una correlación importante de la infección con adenovirus. Se ha culpado al 41, pero está asociado a gastroenteritis y otro tipo de problemas, pero no a hepatitis. Es posible que solamente haya una coincidencia con esta hepatitis de origen incierto”, sostiene el vicepresidente de la Sociedad Argentina de Virología (SAV).
Tampoco se descarta que pueda haber surgido una nueva cepa de adenovirus con características distintivas capaz de causar la enfermedad. Incluso, algunas voces relacionaban a la hepatitis como una consecuencia de la covid. Sin embargo, esta hipótesis carece de fuerza en la medida en que debería advertirse una cantidad mayor de casos por la incidencia que tuvo el coronavirus en el mundo. Ante la merma en la propagación del Sars CoV-2, otros virus comenzaron a propagarse; de modo que si los niños y las niñas no desarrollaron defensas para este adenovirus, puede que en la actualidad presenten cuadros más graves.
Lo que sí se sabe
La hepatitis se caracteriza por una inflamación del hígado que potencialmente es mortal. Las cepas principales son la A, B, C, D y E, que se diferencian entre sí por sus modos de transmisión y la gravedad de la enfermedad que desencadenan. Según especifica la OMS, los tipos B y C ocasionan enfermedad crónica en cientos de millones de personas y, en esta línea, constituyen la causa más habitual vinculada a cirrosis hepática, cáncer y hepatitis viral. En el planeta, el organismo internacional estima que alrededor de 325 millones de personas sufren de la B y/o C.
Mientras que la A y la E se transmiten principalmente a través del contacto con alimentos o agua contaminados con las heces de una persona infectada; la B, la C y la D lo hacen a través del contacto con la sangre de alguien que tiene la enfermedad. La B y la D también se propagan a partir de fluidos corporales, por compartir jeringas o en relaciones sexuales sin protección. La buena noticia es que algunas hepatitis, como la A y la B, son prevenibles con la vacunación. La estrategia mundial tiene el objetivo de reducir en un 90 por ciento las nuevas infecciones y en un 65 por ciento las defunciones por hepatitis entre 2016 y 2030.
Recomendaciones y vigilancia
“Desde Argentina, organizamos un grupo compuesto por diferentes instituciones para determinar si está ocurriendo algo fuera de lo normal. Por ahora tendremos precaución pero no alarma; el lunes (por hoy) habrá una reunión para establecer los protocolos de trabajo y un abordaje integral”, anuncia Rearte. Bajo esta premisa, el Ministerio de Salud impulsó la articulación del trabajo entre la la Dirección de Epidemiología, la Dirección de Salud Perinatal y Niñez, la Dirección de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles, el Programa de Control de Hepatitis Virales, la Coordinación de Salud Ambiental y el Laboratorio Nacional de Referencia de Hepatitis Virales y de Gastroenteritis Virales. También se sumarán otras como el Hospital Garrahan y las sociedades científicas del rubro.
Se recomienda a la población completar los esquemas del Calendario Nacional de Vacunación, higienizar de forma frecuente las manos, cubrirse al toser y estornudar, así como evitar el contacto con personas enfermas, la ventilación de interiores y el uso del barbijo. Ante el menor síntoma –ya sea fiebre, fatiga, pérdida del apetito, náuseas, vómitos, dolor abdominal y articular e ictericia– se recomienda, como es natural, consultar al médico de confianza.
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