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Cáncer de tiroides: el 97% de los pacientes tiene posibilidades de curación


Solo 1 de cada 10 nódulos terminan siendo malignos y requieren intervención quirúrgica. Gracias a los avances en cirugía las incisiones actualmente son de menor tamaño y la mayoría de los casos requieren una corta estadía de internación.


¿Qué es la Tiroides?


La Tiroides es una glándula endócrina que se encuentra en la base del cuello por delante de la laringe (por debajo de la Nuez de Adán) y está formada por dos lóbulos unidos en la línea media. Mediante la secreción de hormonas a la sangre es la encargada de regular el metabolismo corporal siendo fundamental para el correcto funcionamiento de todo el organismo.


En tanto, el cáncer de tiroides es un crecimiento anormal y no controlado de un grupo de células Tiroideas las cuales forman nódulos dentro de la glándula.


Si el crecimiento de estos nódulos es continuo aparece la posibilidad de extenderse a órganos vecinos (al músculo, cartílago laríngeo o traqueal) y eventualmente puede diseminarse (a los ganglios del cuello). No obstante, el cáncer de tiroides tiene un excelente pronóstico debido a que es poco frecuente la diseminación hacia órganos distantes (metástasis a distancia).


¿Quiénes pueden padecerlo?


Si bien en la mayoría de los casos aparece en pacientes sin antecedentes, la historia previa de radiación en la región del cuello, la edad mayor a 40 años y el antecedente familiar de cáncer de tiroides aumenta la posibilidad de padecerlo.


Es importante aclarar que la exposición a rayos X en forma rutinaria para el estudio de piezas dentarias, Rx de Tórax o mamografías no aumenta el riesgo de cáncer de tiroides.


La Asociación Argentina de Cirugía reconoce que los síntomas más habituales para el descubrimiento son la aparición de un bulto mediante observación o palpación ya sea por el propio paciente o por su médico durante un examen de rutina. Hay que aclarar que en condiciones normales la tiroides no se palpa o es de difícil palpación por eso suele llamar la atención alguna proliferación fuera de lo normal.


También, con el uso extendido de los métodos por imágenes (Ecografía, Tomografía Computada y Resonancia Magnética Nuclear) muchas veces se descubre como un hallazgo al estudiar la propia glándula u otros órganos del cuello.


En casos de tumores de mayor tamaño y dependiendo de la ubicación del mismo pueden aparecer dificultades al tragar, dificultad para respirar o cambios en la voz (todos estos síntomas son menos frecuentes).


¿Cómo se define el diagnóstico?


Si bien los nódulos tiroideos son muy frecuentes solo 1 de cada 10 terminan siendo diagnosticados como cáncer de tiroides, considerando además que 3 de cada 4 casos les corresponden a mujeres.


Si luego de un estudio ecográfico detallado no es posible descartar malignidad entonces el paciente podrá realizarse una punción aspiración con aguja fina (guiada por ecografía) de ese nódulo que se tiene sospecha.


Este procedimiento se realiza en forma ambulatoria y permite obtener material que será estudiado por un patólogo, quien está presente durante la punción para corroborar que el material extraído es suficiente para llegar a un diagnóstico.


Una vez que se confirma la presencia de nódulo maligno, en la mayoría de los casos, el cirujano indica la remoción quirúrgica de la glándula y dependiendo de la extensión de la enfermedad puede plantearse algún tipo de vaciamiento de los ganglios del cuello.


Actualmente y gracias al avance de las técnicas quirúrgicas y de anestesia la tiroidectomía es una cirugía segura en manos entrenadas, puede realizarse por incisiones de menor tamaño (logrando resultados estéticos muy aceptables) y con una corta estadía de internación que por lo general es menor a 24 horas.


Una vez completado el estudio postoperatorio de la glándula y una vez determinado el tipo, tamaño y grado de extensión del tumor se evaluará si se indica o no la ablación con Iodo 131.


¿Quiénes tratan el cáncer de tiroides?


El diagnóstico es realizado por un endocrinólogo y la cirugía por un cirujano de cabeza y cuello, ambos son los que participan en el seguimiento del paciente y en la toma de decisiones posteriores a la intervención quirúrgica. Es un trabajo en equipo y hay constante comunicación siempre en pos del beneficio del paciente.

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