Según los especialistas, quejarse de manera constante o estar expuestos a quejas de otras personas daña las neuronas del hipocampo y deteriora el funcionamiento del cerebro. Seis estrategias para evitarlo.
Para muchas personas la queja es casi un modo de vida. Y bien podría pensarse que en países como la Argentina está más que justificado. Sin embargo, especialistas alertaron que el hábito de quejarse daña las neuronas en el hipocampo, la parte del cerebro que se utiliza para la resolución de problemas y la función cognitiva.
Y a estos efectos da lo mismo si la queja la hace uno mismo o alguien del entorno: el daño ocurrirá de todos modos con la sola exposición a la negatividad. Nos quejamos por la luz que se corta, porque aumentan los precios, por el tránsito que no avanza, por el ruido de la obra vecina, porque hace frío, o porque hace calor. Y cuanto más nos quejamos, más se instala el hábito. Quejarse se volverá un comportamiento cotidiano, y según un estudio de la Universidad de Stanford, la exposición a tan solo 30 minutos de quejas todos los días puede dañar físicamente el cerebro.
“Cuando nos quejamos o nos lamentamos, nuestro cerebro puede liberar neurotransmisores asociados con el estrés y la ansiedad, como el cortisol y la adrenalina. Estos neurotransmisores pueden activar la respuesta de lucha o huida del cuerpo, lo que aumenta la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la tensión muscular”, explicó el médico neurólogo Alejandro Andersson (MN 65.836), director del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA).
En la misma línea, el doctor en biología molecular y destacado divulgador de las neurociencias Estanislao Bachrach sumó: “Cuando nos quejamos, fabricamos dopamina y generamos un momento de mucho placer para el cerebro, que no es lo mismo que ser feliz, es justamente lo opuesto”. ¿Cuál es la diferencia? “La felicidad o los estados de armonía o de bienestar no tienen nada que ver con el placer. Porque la felicidad tiene que ver con la serotonina. La gente confunde placer con felicidad. Esto sucede en cualquier país del mundo, y le pasa a cualquier humano, multimillonario, de clase media o baja”.
“Cuando se está en un nivel de incertidumbre y estrés como el que, en general, se vive en Argentina, para algunos, no para todos”, Bachrach instó a “salir del piloto automático, de la queja constante, de culpar al otro, de repetir frases como ‘en este país no se puede, así es imposible’”.
Y amplió: “Ojo que es un modo que también sucede en Finlandia, en Manhattan o en Corea del Sur. Es un modo que tiende a ponernos ansiosos, a angustiarnos, a hacernos sentir mal. Cuando uno no puede controlar o gestionar lo que pasa afuera, por lo menos puede gestionar lo que pasa dentro de uno”.
Lo peligroso de acostumbrarse a la queja
Para Andersson, “quejarse, lamentarse y enfadarse todo el tiempo puede tener un efecto negativo en el cerebro y en la salud en general”. Y enumeró varias razones por las que esto es así.
- Afecta la química del cerebro. “Cuando nos quejamos, nos lamentamos o nos enojamos, nuestro cerebro libera hormonas que hacen al estrés, como el cortisol, que pueden afectar negativamente nuestro estado de ánimo, nuestra capacidad cognitiva y nuestra salud en general. Sobre todo cuando esto se hace crónico y repetitivo -distress-”, explicó el neurólogo.
- Refuerza patrones negativos. “Si nos acostumbramos a enfocarnos en lo negativo y quejarnos constantemente, esto puede crear patrones negativos o sea circuitos neuronales negativos en nuestro cerebro y predisponernos a ver lo malo en lugar de lo bueno”.
- Interfiere con la resolución de problemas. “Cuando estamos en un estado de queja o enojo, nuestro cerebro está menos capacitado o bloqueado para resolver problemas de manera efectiva, ya que no podemos pensar con claridad, nuestra capacidad de concentración, atención e inteligencia ejecutiva disminuyen”.
- Daña nuestra actividad social. “Si estamos constantemente quejándonos o enfadándonos, esto puede afectar nuestras relaciones interpersonales y nuestra capacidad para conectarnos con los demás”.
“Los circuitos de recompensa en el cerebro se activan en respuesta a estímulos gratificantes, como la comida, el sexo o las drogas, y están asociados con la sensación de placer y recompensa. Sin embargo, la queja excesiva puede tener un efecto negativo en estos circuitos de recompensa”, alertó el especialista, quien citó un estudio realizado por la psicóloga Robin Kowalski y sus colegas, “que sugiere que las personas que se quejan con frecuencia y de manera excesiva pueden experimentar una disminución en la capacidad de los circuitos de recompensa para activarse en respuesta a estímulos gratificantes”.
Esto se debe -según vieron los investigadores- “a que las quejas excesivas pueden estar asociadas con un enfoque constante en los aspectos negativos de la vida y una falta de atención a los aspectos positivos, lo que puede agotar los recursos emocionales y afectar la capacidad del cerebro para experimentar placer y recompensa”.
Qué hacer para salir del “círculo vicioso” de la queja constante
De la vereda de enfrente, una investigación realizada por investigadores de la Universidad de California, descubrió que las personas que trabajaban a diario para cultivar una actitud y pensamientos de gratitud experimentaban un mejor estado de ánimo y energía y una ansiedad sustancialmente menor debido a que tenían los niveles más bajos de cortisol.
“Hay razones para creer que las experiencias de gratitud podrían estar asociadas, tal vez incluso de manera causal, con la felicidad y el bienestar”, coincidieron los investigadores.
A lo que Andersson sumó seis estrategias que, a su entender, son de gran utilidad para salirse de la queja.
1- Tomar conciencia. Salir de la actitud de queja permanente “es un proceso que requiere energía y puede llevar tiempo”, apuntó el neurólogo, para quien “lo más importante es que hay que tomar conciencia de que hay que cambiar los patrones de pensamiento negativo y la frecuencia con que se repiten. Porque a veces es casi un TOC (trastorno obsesivo compulsivo)”.
2- Dejar de enfocar en lo negativo. Para Andersson, “hay que tratar de identificar qué es lo que hace que uno se queje y dejar de centrarse en eso”. “El error está en ver siempre sólo lo que a uno le molesta o lo que uno no tiene, en vez de centrarse en lo que sí se tiene y en las cosas positivas”, aconsejó.
3- Ser práctico, en vez de quejoso. “Intentar hallar soluciones prácticas para resolver los problemas cotidianos en lugar de quedarse en la queja”, recomendó.
4- Dejar de alimentar la queja. “Reducir la cantidad de noticias negativas que se consumen todo el tiempo —propuso el neurólogo—. Este tipo de personalidades se van alimentando de las malas noticias permanentemente como para justificar la visión que tienen de las cosas”. “Malas noticias habrá siempre”, reconoció el especialista. “Pero no suma nada consumirlas a diario, al contrario”.
5- Buscar ayuda. “El apoyo de familia, y los amigos siempre es importante, y si es necesario recurrir a un profesional de la salud mental”.
6- Hacer actividad física. El ejercicio debería ser el tratamiento principal para la depresión y otras afecciones de salud mental comunes. Para Andersson, “el estado de ánimo que promueve la actividad física ayudará a dejar de lado los pensamientos negativos que muchas veces perturban en el día a día”.
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