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Foto del escritorMundo Salud

Con los pies en la cabeza

Lejos de minimizarlos desde el punto de vista de la salud, son los pilares sobre los cuales se edifica la misma. ¿Por qué son la clave mental y física para estar sanos? Descubrilo en esta nota.



Los exponemos al sol, a las plantillas, a los más altos tacos existentes, o las más toscas plataformas. Ni hablar el poco cuidado sobre resequedad, callosidades o infecciones existentes. Los pies son los grandes protagonistas de la historia, pero sin embargo, los tratamos muy mal, y definitivamente olvidamos la importancia que tienen.



¿Un enorme favor que podemos hacerles para cuidarlos? Recuperar la costumbre de andar descalzos aunque sea por unos minutos al día, ya que si bien aún no se ha descubierto el calzado que pueda conseguir los beneficios que aporta al cuerpo el andar descalzo, la realidad es que es uno de los mejores favores que podemos hacernos a nosotros mismos.




Una cuestión de equilibrio

Los pies son los encargados de restaurar nuestro equilibrio corporal y psíquico. Su capacidad de adaptación al terreno, a sus condiciones e irregularidades, pone en marcha recursos físicos y psíquicos que estimulan todo el cuerpo. Por ello podemos decir que guardar el equilibrio es un arte ante la constante atracción de la gravedad, es saber estar en medio de los desequilibrios. Esto lo realizamos a diario con mayor o menor esfuerzo y cuando no somos capaces de ello, todo se derrumba. Levantarse y andar, levantar la moral, el ánimo, el tono, es el arte de recuperar el equilibrio. Y todo comienza desde el apoyo de nuestros pies.



Si existen problemas en este sentido, antes que ir a comprar prótesis y plantillas, debemos pensar en rehabilitar el pie, en recuperar su capacidad de adaptación, que es mucha si se estimula en lugar de impedirla con un zapato protésico.

Hay que ser conscientes que los apoyos del pie influirán sobre la forma de caminar. Su alineación con las rodillas y las caderas repercutirá sobre toda la columna, la musculatura y tono postural, y también sobre aspectos psicológicos.


¡No los descuides!



Existen prácticas muy concretas que, realizadas periódicamente, mantienen los pies en un buen estado:

- Podés cuidar y regenerar la flora cutánea, aplicando caldo de yogur o de kéfir u otros cultivos bacterianos no patógenos.

- Exponé la piel al aire libre y al sol cuando no caliente demasiado. El amanecer es un gran momento para el baño de sol en los pies.

- Caminá o corré descalzo o con sandalias en tu patio o espacio verde.

- Pisá sobre arena o arcilla y, después de mojar los pies, secalos muy bien.


Tratamientos, los grandes aliados

La mayoría de alteraciones se pueden tratar con medios naturales:

- Callosidades. Es importante cuidarlas para que la piel no pierda elasticidad. De vez en cuando se han de limar con lima o piedra pómez y luego aplicarles un poco de aceite. Los callos dolorosos no son debidos a un roce normal, suelen depender de un calzado y se eliminan cambiándolo.

- Uñeros. El desencadenante puede ser la presión de unas zapatillas estrechas. El tratamiento: andar descalzo o con zapatillas que no presionen, cortar las uñas correctamente, meter los pies en agua caliente unos 15 minutos, poner un algodón entre uña y carne, y limar el borde de la uña afectada. Si todo ello no da resultado, se realiza un corte en medio de la uña en forma de cuña.

- Uña negra (hematoma subungular). Entre sus causas siempre hay un traumatismo sobre la uña, sea por un golpe o por los roces continuos que se producen en una carrera larga o con un calzado inadecuado. Así se llega a producir un coágulo de sangre debajo de la piel. Se puede acudir al podólogo para que drene la sangre, lo que produce un gran alivio. Luego se limpia bien y se deja el pie al aire, calzando sandalias unos días al menos

- Pie de atleta. Es una infección por proliferación de hongos del tipo Candida albicans o tiña. Entre las causas: alteración cutánea de la piel, excesiva humedad y calor, añadiendo a ello falta de sol o rayos ultravioletas. Se suele usar para este problema ácido benzoico y salicílico, o pastillas como griseofulvina y nistatina. Momentáneamente esto puede ser eficaz, pero si se repite la infección y estos tratamientos se prolongan, pueden resultar peligrosos.




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